El verdadero significado de ganar... en el fútbol y en la vida

Miércoles, 22 de febrero de 2017 | e6d.es
• "Por eso me duele que en el fútbol sí se dé la impresión de que todo es aceptable con tal de ganar"

En mi humilde opinión, a los jóvenes futbolistas se les inculca una idea equivocada de lo que es ganar, a veces desde sus propios clubes y en muchas ocasiones desde el ejemplo del ámbito profesional.
Para empezar, ganar no debería ser el primer objetivo de un equipo (especialmente en su etapa formativa). Los chavales necesitan divertirse y entender que es bonito entregarse día a día para mejorar, y disfrutar de su camino de crecimiento (deportivo y humano), el cual no siempre acaba con un marcador favorable o con un trofeo. Es verdad eso de que “al final el esfuerzo tiene su recompensa”, pero no es la victoria. La recompensa (y el éxito) es sentir la alegría de haber dado todo lo que uno tenía dentro y haber competido con honor. Si, además, se gana, mejor. Pero si no, desde luego que no se ha fracasado.
Profundizando en algo que apuntaba en el párrafo anterior (el tema del honor), si el único objetivo es ganar, abrimos la puerta a un enemigo muy peligroso: el pensamiento de que el fin justifica los medios. No podemos hacer creer a los chavales que vale todo con tal de ganar y que ese es el único objetivo. No es así. Si no hay respeto, deportividad, honor, entonces la victoria no vale nada. Si Rafael Nadal se dedicase en París a engañar a los jueces con los botes de la pelota de sus adversarios, dejaríamos de admirarlo como lo admiramos. Rafael Nadal es un ejemplo a seguir, pero no lo sería si utilizase medios ilícitos para lograr sus triunfos. Por eso me duele que en el fútbol sí se dé la impresión de que todo es aceptable con tal de ganar. De hecho, es triste ver cómo los futbolistas profesionales utilizan (sin que los directivos de sus clubes y gran parte de la opinión pública se lo recrimine) el engaño al árbitro como medio para vencer.
En esta misma línea, para los empresarios ganar dinero no debería ser el único fin. Por ejemplo, es triste que un empresario millonario (con beneficios desorbitantes cada año) pague ochocientos euros al mes a sus empleados por trabajar cuarenta horas a la semana, pues él sabe que con ese sueldo se hace muy complicado (por no decir casi milagroso) afrontar una hipoteca o un alquiler, atender las necesidades de unos hijos y, en general, vivir una vida digna. Sin embargo, si les pagase el doble, el empresario seguiría siendo rico en dinero y, además, disfrutaría de la riqueza de ver el cariño de sus empleados (lo cual vale más que el dinero, sin duda) y de saber que está haciendo lo correcto.
Esa decisión del empresario, por cierto, no tendría que ser suya (quiero decir, elegida por él libremente), sino que la ley debería imponérsela. Los sueldos en muchas empresas son indecentes. No puede ser que un grupo de personas gane fortunas y un montón de trabajadores gane lo justito para ir tirando (o incluso menos). Las leyes deberían proteger la dignidad de todas las personas, no el interés de unas pocas (las más poderosas). Las leyes deben ser justas. Lo legal debe ser moral. Y las leyes las deciden nuestros gobernantes, de los que esperamos la máxima honestidad, pues nadie debería entrar en política si no alberga las mejores inquietudes de servicio, de altruismo.
Ganar, ganar…Ganar es crecer como ser humano (en lo individual y en lo social); es dejar una semilla de luz y esperanza en este mundo; es saber que no has pisoteado valores ni personas para alcanzar tu posición. Lo contrario no es ganar. El fin no justifica los medios, sino que los medios son el fin. Ayudemos a los jóvenes a verlo.

Ángel Andrés Jiménez Bonillo
Exárbitro  y colaborador de Clan de Fútbol


 
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