Vecinos íntimos: las casas-comuna en la Rusia post-soviética

Miércoles, 2 de julio de 2014 | e6d.es
• Más de 600.000 personas en San Petersburgo son herederas de un modelo de vivienda impuesto por el estado comunista



Dicen los nativos de San Petersburgo que la suya es una ciudad ilusoria. Desde fuera, impresionan los magníficos edificios que comenzó a construir Pedro el Grande en el Siglo de las Luces. Pero detrás de esas deslumbrantes fachadas transcurre una realidad muy distinta: más de 600.000 personas son herederas de un modelo de vivienda impuesto por el estado soviético. Son los habitantes de los apartamentos comunales. En ruso son llamados 'kommunalka'.
La arquitecta Elena Alexandrova creció en uno de estos sitios, igual que millones de sus compatriotas desde el triunfo de la Revolución de 1917. De niño, el presidente Vladimir Putin vivió con sus padres en una habitación del centro de Leningrado (ahora San Petersburgo) y compartía el baño y la cocina con otras familias. Ya al frente del gobierno, Putin declaró que quería erradicar ese tipo de viviendas de su ciudad natal. Pero eso está lejos de ser una realidad, como demuestra el documental co-dirigido entre Alexandrova y el cineasta italiano Franceso Crivaro.
os personajes que aparecen en 'The age of kommunalki' (Underdog film, 2013) narran su vida cotidiana, irremediablemente ligada a la de sus vecinos. No faltan las filas incómodas fuera del baño ni las riñas por cualquier clase de asunto. Una anciana cuenta que vive en el apartamento comunal desde 1957, y que llegó a haber hasta ocho personas en una solo habitación. Dos jóvenes presumen de su civilidad porque su música 'trance' nunca suena después de las once de la noche.
"Los bolcheviques creyeron que no era justo que un sólo hombre tuviera cinco habitaciones, y comenzaron a llenar los espacios con la gente que llegaba del campo", explica Aleksey Khashkovsky, un profesor universitario que también es entrevistado en el documental. Crivaro, el director y fotógrafo, comenta en entrevista con ELMUNDO.es que aún quedan restos de lo que alguna vez fueron las casas de aristócratas, pues mucha gente conserva muebles u objetos valiosos de aquellos años. "Los edificios son impresionantes, pero de alguna manera quedaron destruidos por las extrañas divisiones implementadas por el régimen soviético", sostiene.
'La kommunalka' era un lugar tan central en el proyecto comunista como la propia fábrica, expone en un ensayo (PDF) Karl Schlögel, catedrático de Historia en la Universidad Europea Viadrina Frankfurt. Sin embargo -expone el académico- durante mucho tiempo la historia del comunismo fue "la historia de los altos mandos, y no había sitio para los lugares donde discurría la existencia cotidiana de los seres humanos".
Elena Alexandrova no tiene malos recuerdos de su infancia en la casa comunal: "Para los niños no había problemas. Yo tenía una bici en el corredor, tenía amigos y no pensaba en quién limpiaba o por qué la cocina está ocupada por los vecinos... Pero claro, cuando creces entiendes que es problemático vivir así". La hoy arquitecta reconoce que tuvo suerte, pues sus padres contaban con dos habitaciones para una familia de cuatro integrantes.

 
La vivienda para ‘el nuevo hombre socialista’
"Lo que quería el estado era crear un estilo de vida para el 'nuevo hombre socialista' y para eso había que cambiar las formas de habitar los espacios", expone por otra parte Daniel Sirvent, un arquitecto y profesor de la Universidad de Alicante que en 2008 comenzó una investigación a la que llama de forma genérica 'El inquilino comunista'. Su tesis doctoral es un estudio sobre 42 edificios en 32 países, la mayoría situados en el antiguo bloque soviético. La autora de este texto es Eugenia Coppel. Leer noticia completa y ver hilo de debate en elmundo.es.