¿Por qué se comen palomitas en el cine?

Sábado, 27 de septiembre de 2014 | e6d.es
• Su origen viene del crack de 1929. Al principio compitieron con los caramelos, pero desde 1945 su consumo se hizo indispensable en las salas

La mayoría de espectadores que van al cine cada fin de semana no son capaces de imaginar la sala sin el olor a maíz tostado impregnando el ambiente y sus dedos. Sin embargo, esta costumbre gastronómica de los espectadores no acompañó al séptimo arte hasta varias décadas después de sus inicios. Muy al contrario, los propietarios de las salas solían prohibir la entrada al recinto con comida.
Cuando comenzaron las proyecciones de películas de cine mudo, comer en la sala no estaba bien visto: el ruido que generaba cada espectador al ingerir sus alimentos causaba molestias entre un público que permanecía en silencio para concentrarse en seguir el argumento. Sus lujosas alfombras rojas y sus ricos teatros tampoco casaban con una clientela que estuviera meneando el diente durante toda la proyección.
Todo cambió con la llegada del sonoro, en 1927, cuando el número de espectadores aumentó de forma considerable. Y luego con el crack de 1929 en Estados Unidos. Allí, la Gran Depresión sumió al país en una crisis económica que dejó a la población sin un dólar pero con muchas ganas de evadirse de la realidad. En estas aguas revueltas pescaron los exhibidores de cine y los vendedores de palomitas. Los primeros llenando sus salas y los segundos poniéndose en la puerta para ofrecer un alimento barato -EE.UU. es uno de los principales productores mundiales de maíz- y que apaciguaba los estómagos por unos pocos centavos (un bowl grande puede tener hasta 1.200 calorías).
Rápidamente, los propietarios de los cines vieron un negocio en la venta de palomitas: primero ofrecieron a los vendedores ambulantes un hueco en sus pasillos para que repartieran su producto a cambio de un módico precio y después les prohibieron la entrada y montaron ellos mismos sus propios puestos. El proceso fue tan rápido que a finales de los años treinta las salas de exhibición norteamericanas ya estaban pobladas de puestos que vendían en su entrada todo tipo de alimentos. Y para 1945 las palomitas eran el producto estrella, gracias al encarecimiento de los dulces, fruto de la carestía de azúcar por la Segunda Guerra Mundial. La mitad de las palomitas que consumieron los estadounidenses ese año lo hacían en los cines, según datos del Smithsonian. El autor de este texto es D. Casado. Leer artículo completo y ver hilo de debate en hoycinema.abc.es.