Perceval, en busca del héroe perdido

Martes, 18 de diciembre de 2018 | e6d.es
• Su sombra se extiende en el reino de los mitos... El brumoso mundo de las ideas, de los conceptos irreales y fantásticos

 
La figura de Pereceval es una de esas leyendas que atraviesan la Europa medieval de este a oeste. Un símbolo del caballero novato, del aprendiz, que conserva dentro de sí la pureza de todos los inicios. También, junto a este joven caballero cabalgan los errores  propios de la bisoñez. Su imagen aparece, por primera vez  en la literatura, y de ahí a la opera. Como Parsifal ,Perceval o Percheval. El cine también recuperará y re-adaptará este figura. La última de Spielberg re-crea la leyenda con un Perceval en la era digital, sin ir más lejos.
Su sombra se extiende, casi, en el reino de los mitos. Ese brumoso mundo de las ideas, de los conceptos irreales, fantásticos. Resulta hoy por hoy quimérico encontrar sus restos en la historia, pues el personaje se afianza desde el principio, en la maleable literatura. Los trovadores eran unos inventores de cuentos, unos maestros de la mezcla de la ficción con la realidad. Por eso, para muchos, es completamente irreal. Los héroes deben ser pura ficción, no son prácticos hoy en día. El ideal de los caballeros andantes  resulta una figura poco eficiente, para el mundo del capital libre.
Pero antes de que se eleve su recuerdo al Olimpo de las leyendas perdidas, levantaremos una última lanza en su memoria. Recuperaremos lo que persiste de realidad tras aquellos relatos. Aquel joven aprendiz de caballero merece, como pocos, que intentemos rescatar su memoria.
No podemos asegurar su fecha de nacimiento pero, podemos intuir el lugar. El castillo de los condes se alza junto a la población de Nogent en el valle del Perche. El primer hijo del conde Geoffrey II y de Beatriz de Ramerupt nacería en  torno a al año 1080. La nobleza, de origen normando, a la que pertenecía, había establecido una serie de alianzas a lo largo del continente. En esa intrincada red de lazos de sangre, es en la que el recién nacido se encontraba inmerso.
Una de las hermanas de su madre, Felicia de Roucy, se había casado con Sancho Ramírez, monarca del pequeño reino de Aragón y Pamplona. Aquella unión había tenido lugar gracias a la relación que, el monarca de los pirineos, había establecido con su otro tío, el conde de Rouacy.
Una nueva campaña se estaba organizando. El objetivo estaba lejos, una ciudad a la que llamaban Osca, se encontraba en manos de los musulmanes. Esa plaza debía caer en manos de los cristianos. Es ahí donde los versos comienzan a intrincarse con la historia.
“El paje cabalgó hasta llegar a la ciudad de Orcania, donde el rey celebraba corte, como correspondía a la festividad.”
En aquella “Orcania” nos parece encontrar la Osca medieval. Aun difuso y poco convincente pero, continuemos con el cuento.
Como era usual en la época seria su tío Eblo II conde de Roucy el que le iniciase en el arte de la guerra a su sobrinos. Apenas tendría 14 años cuando partiría en su primer viaje para convertirse en caballero. Esta gesta sería la inspiración, para el cuento más vello jamás contado. El cuento del Grial.
No pretendamos encontrar documentos donde aparezca aquel joven aspirante a caballero. Ningún escriba gastaría la preciada tinta para citar a un imberbe muchacho. Pero sí sabemos que, su Tío participó en el asedio  de Huesca de 1094.Durante el combate una flecha atravesó la coraza del rey.  En su convalecencia y, sintiendo llegar su muerte, solo un lugar podía recoges sus restos. Así comienza a bullir en la marmita de la leyenda un rey herido, un joven aspirante a caballero, una reliquia, y una fortaleza.
Rotreau III procedente del lejano valle del Perche aparece con el nombre de Perceval. La abadía fortificada de San Juan de la Peña se trasforma en el castillo del Grial y Sancho I en el rey tullido.
Pero el héroe no realiza la pregunta correcta y la corte desaparece. Será tras este hecho cuando, el neófito, comience a conocer las relaciones que le unen a aquellas tierras.
A los pies del castillo del Grial el héroe  tendrá un encuentro con una dama que llora la muerte de un caballero. Ella le explica aquella extraña ceremonia que acaba de contemplar.
“Aquel a quien con él se sirve es mi hermano, y hermana mía y suya fue tu madre; y creo que el rico Pescador es hijo del rey que se hace servir en aquel grial.”
Quienes se acerquen a aquellos parajes con el espíritu libre podrán ver que a los pies de San Juan de la Peña hay una preciosa iglesia junto a un pequeño riachuelo. Se trata del antiguo convento benedictino de Santa Cruz de la Serós. La abadesa de aquel lugar fue, durante los últimos años del reinado de Sancho I, doña Sancha de Aragón hermana del rey.
“Yo te conozco mejor que tú a mí, pues tú no sabes quién soy; contigo me crié en casa de tu madre, durante mucho tiempo: soy tu prima hermana y tú eres mi primo hermano”.
No pretendamos ser exactos pero, efectivamente, Rotreau III de Perche era sobrino “político” del rey Sancho y a su vez sobrino nieto, por el matrimonio con su tía, de su hermana doña Sancha.
El matrimonio regio había tenido dos vástagos. Los dos llegarían a reinar uno como Alfonso I “el batallador” y el segundo como RamiroII  ”el monje”.


Alfonso I, “el rico pescador” del poema
Quizás,  este apelativo provendría de un hecho que sucedería muchos años después. Junto a un maduro conde de Perche, “El Batallador” llegó a las puertas de Granada. Aquella cruzada terminó con el rey pescando junto a sus hombres en el Mediterráneo. Así nos lo relatan los cronistas árabes:
 “construyó allí una barca pequeña, en la que cogió pescado como si fuese un voto que cumplía o una señal que dejaba al que le sucediese”
El recuerdo de aquella anécdota, permanecería unido a la figura de Alfonso I. Los versos se crearon casi 100 años después de los acontecimientos. El destino del Batallador fue muy similar al de su padre. Cayó herido en su intento por conquistar Fraga. Así, el recuerdo de aquello se distorsionó. Por alguna razón Pedro I desapareció del relato y también, puede que hubiese confusión entre personajes. Pero, pese a todo, siguen siendo reconocibles las líneas que siguen paralelas en el relato y en la historia.
Así pues, sigamos como caballeros andantes, leyendo aquellos versos pues quizás la clave de este enigma esté escondida entre las líneas de los viejos manuscritos.
 “Cuando llegó a la ermita, desmontó, se desarmó, ató el caballo a una encina y entró en la morada del ermitaño. Lo encontró en una capillita, con un presbítero y un acólito, en verdad, cuando empezaban el más alto y más dulce servicio que pueda hacerse en la santa Iglesia.”
Ahora podemos escuchar las palabras del ermitaño y deducir si las matemáticas permitirían que esta serie de coincidencias sean fruto de la casualidad.
Y necio criterio fue el tuyo cuando no supiste preguntar a quién se sirve con el grial. Aquel a quien con él se sirve es mi hermano, y hermana mía y suya fue tu madre; y creo que el rico Pescador es hijo del rey que se hace servir en aquel grial.
—Así lo quiero yo de todo corazón, buen tío —dijo Perceval—. Ya que mí madre fue hermana vuestra, me debéis llamar sobrino y yo a vos, tío, y debo amaros más.
Ramiro II no fue exactamente su tío, si no su primo. Pero, la presencia de un monje ermitaño en este cuento inacabado, que resulta ser pariente del caballero, nos invita a pensar que el héroe, finalmente, ha aparecido. Es conocido que Ramiro tuvo que dejar los hábitos para tomar la corona que la muerte de su hermano Alfonso I, había dejado sin heredero.
El joven creció y se convirtió en uno de los caballeros más afamados de su época. Viajaría a la primera cruzada y a su regreso su padre habría muerto. En hijo de la viuda pasó a ser el nuevo Conde de Perche.
Junto a Alfonso I protagonizarían algunas de las hazañas más sonadas de la reconquista hispánica.
Tras su matrimonia con Matilde Fritzroy, hija ilegítima de Enrique I de Inglaterra, obtuvo diversos señoríos en Inglaterra. El conde de Perche aumentó sus extensas posesiones y seria esta relación, la que convertiría al personaje en “el Galés”.
 Muchos de los que escucharon aquellos versos,  reconocían este juego donde el más temido de los caballeros de la Europa medieval se presentaba como un incauto aprendiz. El recuerdo del Rotreau “el grande” se disminuía entre aquellas rimas. La sonrisa se escaparía entre quienes disfrutasen de la creación del trovador y conociesen el código para identificar a los personajes. Pero, la maestría del poeta, también haría recordar, a muchos de los que asistían a su recital, a los parientes que fallecieron en el combate y, no llegaron a alcanzar la gloria del conde de Perche.
Finalmente el gran cruzado caería abatido  en el asedio de Rouen en 1144. Quizás por no haber sabido contestar a la pregunta…
 
 ¿A quién se sirve con el Grial?
Así tú, que lees estas líneas, no busques ónfalos radiantes ni inspiración ilegítima. Tu montón de oro ha aparecido al final del arcoíris,  que otros hemos construido. Toma estas líneas y construye tu relato. Pero uno que sirva para edificar a los habitantes de planeta. No uses los textos, para confundir o embaucar pues, el legado con el que trabajas, es fuerte como el fuego.
Sergio Solsona



 
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