Madre no hay más que una… y a ti te encontré en Internet

Viernes, 3 de mayo de 2013 | e6d.es
• “Convencerla de que es nuestra media naranja tiene su mérito, sobre todo cuando se está en casa en pijama, sin afeitar y oliendo a trasero de mandril”

«Los tiempos han cambiado», eso es lo que me dijo un amigo recién divorciado cuando se introdujo de nuevo en el «mercado de solteros». Al parecer, ya no se liga como en los años 80, aquellos tiempos en los que uno se declaraba de rodillas a su amada y le pedía permiso a su padre para ir juntos de la mano a misa de los domingos. Ahora, por lo visto sólo es cuestión de registrarse en un chat de relaciones y colgar una foto de ésas en las que uno cree estar interesante tras una ardua sesión de Photoshop. Lo único que hay que hacer después es seguir mintiendo. Sí, mentir. Se trata de crear un llamativo escaparate con nuestras mejores prendas, ocultando en la trastienda todo lo que no interesa mostrar por el momento. A partir de ahí, es cuestión de volcar emociones en una persona desconocida hasta convencerla de que es nuestra media naranja, eso sí, tiene su mérito, sobre todo cuando se está en casa en pijama, sin afeitar y oliendo a trasero de mandril.
Todo se complica cuando se concierta la primera cita real. Uno se lleva al encuentro la proyección mental de la persona que espera descubrir y, claro, el fiasco está asegurado. Y no es de extrañar que al verse ambos intercambien punzantes frases como «¿por qué te has comido a mi chica y a toda su familia, incluido el perro de cerámica de la entradita?» o «disculpe, ¿cuándo va a venir su hijo?, ése que se parece algo a usted, pero con más pelo, más alto y menos arrugas». La peor parte se la llevan las personas que, en vez de quedar para echar un cafelito de cinco minutos, han preferido organizar una dilatada cita con sesión de cine, cena, copita y todo lo que surja. Y «lo que surja» es lo más espinoso si no se ha encontrado a la persona deseada, como al pobre de mi amigo, que creyó encontrar a la mujer perfecta; alta, esbelta, guapa, apasionada y simpática... Pero tenía pene, y eso era algo que él no estaba dispuesto tolerar. Con tantos remilgos no es de extrañar que aún siga soltero.
En conclusión, ahora nadie te pregunta dónde conociste a tu novia, más bien se interesan por la oferta del chat de turno. Y el miedo a quedarse sólo tras una ruptura ya no existe. A los cinco minutos uno ha retomado su vida sentimental recurriendo a la segunda persona que encabezaba la lista de candidatas o candidatos. Lo único que hay que hacer es enviarle un mensaje cargado de emotividad y arrepentimiento, en el que diga algo así como «hola, gatitasalvaje, disculpa que haya estado un par de meses ausente, he pensado mucho en ti, pero he tenido un familiar enfermo y tuve que ir a comprar medicinas a Burkina Faso. Me encantaría retomar el contacto contigo y conocernos al fin en persona, estoy seguro de que estamos hecho el uno para el otro». En estos casos, lo normal es ser ignorado, pero tampoco es de extrañar recibir contestación: «Hola, caballerojediapasionado, qué casualidad, yo también estuve en Burkina Faso, pero fui por otros motivos que ahora mismo no recuerdo. Cuando quieras quedamos y nos tomamos esa copita y «lo que surja» que tenemos pendiente».
En fin, todo este mundillo es algo complicado de entender, aunque imagínense ustedes hacérselo comprender a las madres, más cuando se produzcan esas inevitables tensiones entra la suegra y la nuera, y nosotros intentemos interceder a favor de nuestra pareja. Será inevitable escuchar uno de esos refranes populares que nuestros padres guardan en la recámara de recursos para hacer valer su sitio: «Madre no hay más que una, y a ella la encontraste en la calle, ¡perdón!, en Internet».
Alonso Medinilla

*Alonso Medinilla es un “Amigo de Larra” en El Seis Doble
*Alonso Medinilla es autor del blog “La parranda literaria