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 16/06/2015

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Madjer, uno de los futbolistas con más talento del continente africano

Un gol de tacón con el Oporto grabó a fuego su recuerdo permanente

            

La tendencia a categorizar los talentos futbolísticos procedentes del continente africano es un fenómeno relativamente moderno: no fue hasta 1995 cuando la revista France Football decidió que el Balón de Oro podría entregarse a cualquier jugador que militase en un club europeo. Así, el primer galardón con estas características fue a parar a las manos del liberiano George Weah. Da la sensación de que los jugadores africanos han sido invitados a la fiesta un poco tarde; sólo tras el baile de apertura, con un banderín de córner como pareja.
Un jugador que se pasa por alto sistemáticamente es Mustapha Rabah Madjer: un jugador poco conocido, con una delicadeza y capacidad técnica dentro del campo unicamente comparables a su carácter combativo fuera de él. Sus atributos futbolísticos le llevó a convertirse no sólo en la exportación más grande del fútbol de Argelia, sino también en el símbolo de una nación que buscaba su identidad.
Madjer nació en Argel en 1958; en aquellos momentos, la capital argelina era el epicentro del movimiento independentista de un país que trataba de librarse de los grilletes del colonialismo francés. Se libró una sangrienta y cruel guerra entre las dos facciones que acabó con la independencia de Argelia y la caída de la IV República Francesa.
Criado en un ambiente de posguerra, Madjer pudo escapar de él gracias al talento natural con el que había sido bendecido. Los primeros pasos en su carrera futbolística los dio en el equipo de su barrio, el NA Hussein Dey. Unas impresionantes actuaciones cubriendo todo el espectro de las posiciones de ataque provocaron que Madjer se ganara los aplausos del país, llevándolo a impregnarse de un sentimiento hondamente patriótico.
En 1980 se enfundó la camiseta de Argelia, nada más y nada menos que para representarla en la Copa Africana de Naciones, celebrada en Nigeria. Se trataba de la duodécima edición de este campeonato, y el equipo argelino sólo había participado en una ocasión (1968), cayendo en la primera ronda. Sin embargo, este torneo fue el inicio de su decenio dorado, y el subcampeonato conseguido ante los anfitriones convirtió a los jugadores argelinos en héroes en su país.
En un intento de promocionar el fútbol argelino, la federación legisló que ningún jugador menor de 25 años podría jugar fuera de sus fronteras. Esto contribuyó no solo a mejorar el nivel, sino que permitió crear un fuerte vínculo entre los compañeros del equipo nacional.
Fruto de aquella política, Argelia se clasificó en 1982 en lo que sería su primera Copa del Mundo, la celebrada en España. El estreno en el campeonato fue tremendo, venciendo a la todopoderosa Alemania de Rummenigge, Breitner, Stielike y compañía. Cayó derrotada ante Austria, pero en el tercer partido de la primera fase se impuso por tres goles a dos a Chile en el Carlos Tartiere. Con esa victoria, la selección argelina estaba virtualmente clasificada, pero un día más tarde, bajo los focos de El Molinón,  tuvo lugar uno de los espectáculos más bochornosos vistos en un Mundial: alemanes y austriacos pactaron una victoria germana por 1-0 que clasificaba a ambos equipos, dejando fuera a Argelia .
El buen papel desempeñado por Argelia provocó el interés de las ligas europeas por sus jugadores. Entre ellos estaba Madjer quien, al finalizar el Mundial de España, contaba con 24 años, por lo que tuvo que esperar al año siguiente para dar el salto al viejo continente, concretamente a Francia. Allí militó en el Racing de París y en el Tours FC tan solo durante una campaña y media. Suficiente para llamar la atención del entrenador del Oporto, Artur Jorge, cuya misión fue la de dar a conocer a un equipo casi inédito, incluso en tierras lusas.
Madjer llegó para compartir delantera con Fernando Gomes, conquistador de la Bota de Oro por partida doble (1983 y 1985), y con un jovencísimo Paulo Futre. Su estilo de juego lo convirtió en uno de los favoritos de Das Antas, coincidiendo con el inicio de una época de grandes éxitos que aún hoy perdura. Lo que no imaginaba Madjer es que encontraría, con el equipo portugués, su hueco en la historia del fútbol.
Durante las tres temporadas que estuvo en el Oporto (1985-88) anotó 29 goles en 50 partidos. Sin embargo, ninguno de esos tantos se grabó a fuego en la memoria como el que hizo en la Final de la Copa de Europa de 1987, en el Prater de Viena. Ante 62000 espectadores y con Gomes lesionado, el peso ofensivo del equipo cayó básicamente en Futre. El Bayern de Munich, dirigido de nuevo por Udo Lattek, dominó buena parte del encuentro y se adelantó en el marcador. Y en el minuto 77 tuvo lugar la jugada clave: el brasileño Juary, se interna en el área y, en un ejercicio de fe, pasa a Madjer, pero el balón queda un poco atrás; el argelino se encontraba de espaldas a la portería y optó por la única opción que le quedaba para marcar: el remate de tacón. Un gol magnífico, un taconazo increíble; el tacón de Alá. ‘Pelé’ llegó a decir que “pudo haber sido el mejor gol que yo haya visto, si él no hubiera mirado hacia atrás”. Sólo tres minutos más tarde, Juary hizo el tanto que terminaría por dejar KO al Bayern y llevar la primera Copa de Europa de la historia a las vitrinas del Oporto.
A finales de ese año 1987, en un Tokio nevado, el Oporto se haría también con la Intercontinental ante el Peñarol uruguayo. El año estelar de Madjer se completó al ganar el Balón de Oro africano. Pero aún le quedaba algo, hacer algo importante con su selección, y vaya si lo consiguió. Como capitán, y ante su propio país, Madjer alzó al cielo la Copa de Naciones de África de 1990,: la única hasta el momento de “los zorros del desierto”. A día de hoy, Madjer sigue siendo una leyenda del Oporto y un héroe en Argelia. En definitiva, uno de los futbolistas con más talento que hayan venido del continente africano.
Jesús Gil

* Jesús Gil escribe en "El fútbol es injusto (a veces)". Recomendamos la visita a este espacio.




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