La poesía española de la generación del 27

Martes, 24 de junio de 2014 | e6d.es
• Fueron brillantes poetas del siglo XX, su obra estaba comprometida con su tiempo y renovaron la tradición nacional

En vísperas de la proclamación de la República distintos intelectuales, que definieron su compromiso literario como ejercicio de realismo social, acusaron a los escritores de los años veinte de esteticismo vacío al servicio de las minorías, de indiferencia ante los problemas políticos. Así hubo de definir Ortega el arte de vanguardia en «La deshumanización del arte». Así lo denunció José Díaz en un ensayo imprescindible para comprender el cambio de talante que coincidió con la crisis de la Monarquía, «El nuevo romanticismo».
Sin embargo, la mala reputación de los criterios estéticos de los años veinte es, a todas luces, excesiva. Los autores del grupo poético más decisivo de nuestra historia literaria contemporánea, la generación del 27, difícilmente pueden ser calificados de intelectuales aislados de su nación y de su tiempo. No se trataba de personajes para quienes la literatura era un mero juego de palabras hábilmente coordinadas, en lugar de una experiencia lírica completa, una manera de interpretar el mundo y de aprender a vivir en él. En la misma hora en que los entusiastas de la poesía social culpaban a los hombres del 27 de huir de la realidad a través de la literatura, todos estos mostraban que la poesía, más que a un ejercicio de evasión, obedecía al deseo de atestiguar que «vivir es estar a solas con la muerte», como lo sentenció Cernuda en uno de los poemas de «Un río, un amor».
 

Conocimiento
A diferencia de otros momentos de la historia de la lírica, la experiencia poética se entendió por aquellos escritores más como un modo de conocer que como una forma de comunicar. La poesía servía para ordenar y comprender el mundo y no debía ser utilizada como recurso de propaganda ni como instancia demagógica para fascinar a las masas.
Pero la elección estética de aquellos poetas, indispensables en nuestra cultura, nunca pudo interpretarse como desdén de la experiencia trascendental del hombre, en su patria, en su tiempo, en su esperanza indómita de alcanzar su plenitud. Todas las reticencias ante el sentido último de su poesía, todos los recelos y miedos de que la lírica española pereciera en los pliegues de un virtuosismo inane y descomprometido, parecen olvidar cuál fue la trayectoria seguida por los escritores del 27 cuando España entró en una grave crisis de conciencia.
Nadie pulsó con mayor sensibilidad el sufrimiento de la nación entera ante la Guerra Civil, el destierro o la atroz fractura interior de la posguerra. Y quienes así se expresaron en los años en que España agonizaba, difícilmente podían haber sido, unos pocos años atrás, un grupo de bohemios de alcurnia, indolentes y despreocupados, ajenos a la suerte que estaba corriendo su país.

 
No era una torre de marfil
No confundamos aquel entusiasmo poético con el autismo social, ni tomemos aquella emoción de vivir la experiencia literaria como la agotadora fabricación de una torre de marfil. Sin aquel esfuerzo por defender la forma lírica y ennoblecer el lenguaje no habría habido experiencia poética española en el resto del siglo XX, porque todo movimiento posterior se alimentó de la prodigiosa lucidez del 27. El patriotismo de estos escritores les empujó a aplicar su talento en poner a España en los primeros puestos del genio literario de su época. No creo que pueda llamarse a esto ejercicio individualista de autocomplacencia. Por el contrario, fue la manera de incorporar su experiencia personal al ritmo de su tiempo, permitiendo que España encontrara en sus palabras la belleza, y la fuerza imaginativa de la voz de un pueblo entero. El autor de este artículo es Fernando García de Cortázar. Leer noticia completa y ver hilo de debate en abc.es.
 
Foto: Collage que simboliza el homenaje a Góngora que aglutina a la Generación del 27. Góngora al volante y entre los presentes, Ignacio Sánchez Mejías, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Pedro Salinas, Vicente Aleixandre, Miguel Altolaguirre...