La migración, una lucha por sobrevivir en la sequía de la India

Martes, 6 de junio de 2017 | e6d.es
• En la aldea de Karedapalli, el 75% de la población se ha visto obligada a emigrar dejando atrás a menores y ancianos



Quedarse y esperar que llegue el monzón o migrar. Esta es la encrucijada que afrontan 330 millones de personas en la India debido a una sequía, que se ha prolongado más de tres años. La situación es cada vez más grave en un país donde el 68% de la población vive en zonas rurales, y el sector de la agricultura representa un 15% del PIB, según datos del Banco Mundial.
En el Estado de Andhra Pradesh, en el sur de la India, se ha registrado el segundo nivel de precipitaciones más bajo de todo el país. Con un 90% de la población dedicada a la agricultura, la falta de lluvias de los últimos años ha provocado no solo la pérdida de las cosechas, principal fuente de ingresos y alimento, sino también de las reservas de agua potable para consumo doméstico.
El Gobierno y organizaciones como la Fundación Vicente Ferrer (FVF), deben llevar diariamente tanques a las aldeas, para intentar paliar los efectos de una sequía, que ya se ha vuelto crónica.


La migración, única salida
Ser propietario de tierras de cultivo ya no es suficiente para poder llevar una vida digna. “Mi marido y yo tenemos dos acres  (0.8 hectáreas) de tierra, pero ¿qué hacemos con ella si no llueve?” afirma Pushpa de poco más de 30 años, quien desde hace cinco se trasladó a Tumkuru junto a su pareja dejando sus dos hijos al cuidado de su suegra.  Con los acuíferos a niveles mínimos y el fracaso de los monzones de los últimos años la tierra se ha quedado yerma. Migrar hacia zonas urbanas se ha vuelto en muchos casos en la única alternativa para sobrevivir.

Se calcula que un 10% de la población del distrito de Anantapur, lo que corresponde a 500.000 personas, ha migrado hacia grandes ciudades como Bangalore, Chennai y Tumkuru en busca de un futuro mejor. Ejemplo de ello es la aldea de Karedapalli, en el mismo distrito, donde el  75% de su población se ha trasladado, dejando atrás a menores y ancianos.
Las condiciones de vida de los que se van, no son para nada fáciles. De los que logran encontrar trabajo, la mayoría lo hacen en la construcción, con jornadas de 12 horas diarias los 7 días de la semana por sueldos de 7.000 rupias al mes (96 euros)  para ellas, y 9.800 rupias (135 euros)  para ellos. Gran parte de este dinero va destinado a los hijos, a quienes visitan una vez al mes en sus pueblos. La vuelta coincide generalmente con el día uno de cada mes, cuando se hace la entrega de alimentos subvencionados por el Gobierno. La cesta incluye arroz, trigo, harina, azúcar, lentejas y aceite, que deben repartir entre toda la familia. 

 
El futuro incierto de los que se quedan
 “Quiero que mis hijos sean médicos, y para ello necesito dinero para pagarles la educación” señala Pushpa durante una de sus visitas al pueblo de Pillagundla, en la región de Madakasira. Aunque ella dejó la escuela cuando solo tenía 10 años, quiere un futuro distinto para sus hijos, Shivakumar de 10 y Kiran de 8. Los pequeños ahora viven  con su abuela Anjinamma de 65 años, quien se hace cargo de dos nietos más. Los cinco conviven en una casa de una habitación. Anjinamma hace años que ha asumido el rol de madre, padre y abuela, así como la responsabilidad y cuidado de los pequeños.
 “Me levanto a las cinco de la mañana para prepararles el desayuno, les despierto, me aseguro de que vayan limpios a clase y por la tarde superviso que hagan los deberes”, cuenta Anjinamma, quien recibe una pequeña pensión del Gobierno. Ella ya no puede trabajar, debido a una lesión de muñeca. “Cuidar de ellos es mi trabajo, lo he hecho toda mi vida, y además ahora mis vecinos me ayudan. Somos muchas las que estamos en una situación parecida”, añade la anciana.
No todos los pequeños tienen la misma suerte. Muchos de ellos cuando los padres se van abandonan la escuela e intentan encontrar empleo. Según señala Pullareddy, Jefe de Área de Rolla para la FVF,  “algunos padres ven en el matrimonio infantil, la única forma de garantizar un futuro a sus hijos e hijas”. Añade que precisamente en este contexto, las charlas de sensibilización de la FVF sobre la importancia de la educación y los peligros de matrimonio precoz se vuelven indispensables para las comunidades. “Es muy importante que si tienen constancia de algún matrimonio de este tipo o abusos hacia menores alerten y llamen al teléfono de atención a la infancia, Childline” añade Pullareddy.
Los colectivos más vulnerables del fenómeno migratorio son las mujeres, sobre todo viudas y adolescentes, las cuales ante la desesperación de seguir adelante, corren el riesgo de ser explotadas y algunas caen en redes de trata de personas, bajo la promesa de un empleo seguro  en las grandes urbes.
El doctor Gerardo Álvarez Uría, Jefe de Servicio del Departamento de Enfermedades Infecciosas de la FVF, declara: “En la región de Anantapur las cosechas han fracasado y muchos campesinos migran de forma temporal a las ciudades en busca de trabajo, donde mantienen relaciones sexuales sin protección” a lo que añade “hay zonas como Kadiri, lugar de paso de las rutas migratorias, en las que se ha incrementado la presencia del  VIH debido a estos movimientos de personas”.
Las condiciones climáticas cada vez más adversas llevan a miles de personas de todo el mundo a desplazarse en busca de mejores oportunidades. La sequía que desde hace años vive la India es solo uno de los ejemplos. La migración hacia los suburbios de grandes urbes como Delhi, Calcuta y Bangalore no es la solución, pero sí el reflejo de una lucha por sobrevivir.
Aina Valldaura y Constanza González | Fundación Vicente Ferrer

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