La industria cinematográfica durante la II República Española

Miércoles, 26 de marzo de 2014 | e6d.es
• “Quizás fuera esta la época en la que el pueblo español se sintiera mejor representado por medio de películas que les hablaban de temas tradicionales”



La II República Española (1931-1939) consolidó el esfuerzo que se había llevado durante los tres decenios anteriores para renovar la cultura y extenderla a todos los rincones del país. Pero si los logros de la Baja Restauración provinieron en su mayor parte de la iniciativa privada, lo característico de esta época fue el impulso que desde el Estado se dio a la cultura: con iniciativas como las Misiones Pedagógicas, la expansión del teatro a todos los extractos sociales (La Barraca acercaba las representaciones a los pueblos), los acontecimientos que suponían los estrenos de contemporáneos como Federico García Lorca, Alejandro Casona y Miguel de Unamuno, el rescate de obras maestras (como Divinas Palabras, de Valle Inclán) y la inauguración de museos y de planes urbanísticos para las grandes ciudades.
Por su parte, la industria cinematográfica española gozó de una coyuntura favorable que provocó el que se calificara como la 1ª Edad de Oro del Cine Español (quizás la única, como apuntara el crítico Carlos Heredero en la mesa redonda celebrada en los Cines Doré con motivo del 75 Aniversario de la República), al coincidir la aparición del cine sonoro con un considerable desarrollo industrial, que permitía la concurrencia de productoras tan dispares como CIFESA (de talante conservador) y Filmófono, la empresa que contaba con Luis Buñuel como productor, y que dio a luz películas como Don Quintín el amargao o La hija de Juan Simón.
Quizás fuera esta además la época en la que el pueblo español se sintiera mejor representado a través de su cine, por medio de películas que les hablaban de temas tradicionales a través del prisma de la época: los protagonistas eran gitanos, toreros, terratenientes, cantantes, bandoleros, prostitutas, artistas y los tipos eran el galán seductor, el pretendiente destrozado, la mujer fatal y la deshonrada. Películas populares que adaptaban lo mejor de la cultura y del folklore español, como la zarzuela (El gato montés, La verbena de la paloma, Doña Francisquita, o La farándula) o el teatro (Nobleza baturra, Rosario la Cortijera, El genio alegre), y que lograron establecer un star-system patrio con figuras como Imperio Argentina, Florián Rey, Rosita Díez Gimeno, Carmen Amaya, Benito Perojo, Miguel Ligero, o Estrellita Castro, transmitiendo una alegría castiza que hacía que el público mantuviese en cartelera cada película mucho tiempo más allá de su estreno (Morena clara, de Florián Rey, se seguía proyectando durante la Guerra Civil).
Aunque a través del cine de ficción se filtraba la realidad del país y el ambiente de ilusión y optimismo de la época, la producción cinematográfica española no se limitaba a adaptaciones populares, sino que experimentaba también con el documental que exploraba o denunciaba la realidad (el Gobierno Republicano llegó a prohibir la exhibición de Las Hurdes), e incluso se atrevía con aventurar el peligro de lo que vendría después (Los luctuosos sucesos revolucionarios en Asturias, de J.Campúa.) Claro que, ya en guerra, el género documental se convirtió en el más determinante, tanto desde el punto de vista testimonial como propagandístico (con obras maestras, desde el bando republicano, como Sierra de Teruel, de André Malraux), si bien la actividad cinematográfica no se detuvo desde los laboratorios de Madrid y Barcelona, presto como estaba el poder legítimo a conservar en su retaguardia toda la actividad cultural, como bien demostró hace poco el documental Las cajas españolas. Pero si bien es verdad que hasta julio de 1936 se puede hablar de una cinematografía, a partir de ese momento habrá que hacerlo de dos, más cuando los empresarios e industriales del cine se sitúen política y geográficamente dentro de la zona nacional.
 Como contrapartida, numerosísimos equipos de rodaje se sumarán a las columnas de milicianos que partían hacia el frente, muchos de ellos extranjeros: de aquí saldrá el material para indiscutibles muestras del género como Tierra de España (Joris Ivens), Ispanija (el documental soviético de Esfir Shub), Heart of Spain o Fuego en España, y para la infinidad de cortometrajes que testimoniaban cada episodio de la contienda, caso de la Defensa de Madrid, el Frente de Aragón, la organización de la resistencia en Valencia... Además, durante el periodo bélico no se dejaron de hacer películas de ficción, como Aurora de esperanza, Nuestro culpable o Barrios bajos, si bien algunas no pudieron concluirse o se terminaron de rodar sin el concurso de alguno de sus protagonistas (como sucedió con Rosita Díaz Gimeno y El genio alegre). El autor de este texto es Sergio F. Pinilla. Leer artículo completo en su fuente original en cineparaleer.com.