En la India, a la persona con discapacidad "le dicen que no puede hacer nada, que no sirve para nada"

Lunes, 11 de mayo de 2015 | e6d.es
• "Los primeros que las discriminan son sus propios familiares” según Safia Begum, directora adjunta del proyecto de Comercio Justo de la Fundación Vicente Ferrer

Safia Begum pertenece a una familia acomodada de Visakhapatnam, una de las mayores ciudades de la costa oriental de la India. Creció en un ambiente conservador marcado por un islam ortodoxo. Durante años llevó velo y cuando salía a la calle debía ir acompañada en todo momento. “Las mujeres de mi familia reciben una educación”, cuenta. “Pero tras ir a la universidad deben quedarse en casa para cocinar”.
Hace 16 años que Safia dejó su ciudad natal por Anantapur, situada en el otro extremo del estado de Andhra Pradesh, a casi mil quilómetros de distancia de Visakhapatnam. Su vida hoy  es radicalmente distinta de la que hubiera tenido de haber seguido el camino marcado por la tradición de su familia. Actualmente Safia dirige el proyecto de Comercio Justo de la Fundación Vicente Ferrer (FVF) y es responsable del trabajo de 250 mujeres que trabajan elaborando productos artesanales que se venden en las tiendas de la Fundación.
“Soy la única mujer de mi familia que ha conseguido ser independiente”, dice. Asegura que es un ejemplo para el resto, sobre todo para las más jóvenes. “Ahora dicen, ‘mira lo que hace Safia, antes no era capaz de salir sin alguien que la acompañara y ahora viaja de Delhi a Mumbai sola’”.
No es fácil para una mujer conseguir un puesto de responsabilidad en la India. El desequilibrio entre sexos en el mercado laboral es uno de los mayores del mundo. Por cada diez hombres trabajando o buscando empleo sólo hay tres mujeres en las mismas condiciones, según datos del Banco Mundial.
Safia se casó a los 27 años. Fue entonces cuando fue a vivir con su marido a Anantapur. Tuvo un hijo, y durante un tiempo se dedicó sólo a las tareas del hogar. Su esposo tenía tres hermanas. Todas trabajaban. Para Safia eso era algo inconcebible. Fueron precisamente sus cuñadas quienes la animaron a buscar empleo en la Fundación, donde ellas mismas trabajaban. “Si ellas podían, ¿por qué yo no?”, dice. Pese sentirse insegura, Safia se creía capaz.
Para Safia entrar en el mercado laboral fue un reto. Su único impedimento era ser mujer. Hoy su principal motivación es trabajar con las destinatarias del proyecto de Comercio Justo. Asegura haber aprendido mucho de ellas.
El proyecto de Comercio Justo empezó en 2001 como programa de inserción laboral y social para mujeres con discapacidad de la India rural. El primer puesto de Safia fue de asistente en los talleres donde se elaboraban productos con yute. Desde entonces, ella y el proyecto han crecido juntos.
 
Trabajar con mujeres con discapacidad
Las trabajadoras de los talleres son mujeres, con pocos recursos y con discapacidad. “Los primeros que las discriminan son sus propios familiares”, cuenta Safia. “Cuando una persona tiene alguna discapacidad sus familiares no quieren que se mezcle con el resto de la gente. Le dicen que no puede hacer nada, que no sirve para nada y que se siente sola en una esquina”.
Safia asegura haber hablado con casi todas las trabajadoras de los talleres de artesanía. Conoce sus historias al dedillo. Su vida, dice, ha mejorado mucho desde que empezó el proyecto. Le llevaría varios días contarlo todo, dice; cada mujer es una historia. Por eso prefiere poner un ejemplo.
“Hay una chica a quien su familia no le daba dinero ni para comprar chocolatinas”, recuerda Safia. “Ahora ella les ayuda pagando las deudas del padre, los estudios del hermano o los gastos de la boda de la hermana”.
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