El sueño de que el deporte y el fútbol sean un ejemplo de valores
"Sueño con la posibilidad de que hagamos camino con la luz y guía de unos dirigentes admirables por su honestidad"
Hace unos años pensé que merecía la pena entregarse a la lucha por un deporte (en mi caso, el fútbol) sin violencia (ya sea física o verbal). Desde mi labor como árbitro, empecé a dar pasos en este sentido en enero de 2007 con un primer artículo titulado "Por la dignidad del árbitro y del deporte", en el que manifestaba que en los encuentros que yo arbitrase no permitiría muestras de violencia física o verbal ni dentro ni fuera del terreno de juego, argumentando el porqué, por supuesto.
Tiempo después, con la ilusión compartida por otras personas, nació la Asociación Deporte Sin Insultos, cuyo principal (y podría decirse que único) objetivo ha sido condenar lo condenable y ofrecer propuestas para ayudar a hacer del deporte (en especial el fútbol) un ejemplo de valores. Como dije en mi anterior artículo, muchas de esas propuestas fueron enviadas ya hace años a los organismos oficiales pertinentes, sin obtener ni tan siquiera una respuesta.
"El camino hacia lo eterno comienza ante nuestros pies"
Como suele pasar, nos han dicho a menudo que el cambio era imposible, que todo era una utopía; pero, claro, si siempre pensáramos eso, nunca perseguiríamos nada, y eso no es vida, o, al menos, no es humana, pues el ser humano necesita caminar hacia el ideal. No podemos conformarnos, sino andar, hacer camino, pues, como dijo Lao-Tse, "el camino hacia lo eterno comienza ante nuestros pies".
Ahora, me alegro, como tantos aficionados (y, en general, tantos ciudadanos), de las medidas que se están impulsando y del hecho de que se plantee con seriedad este asunto, y sigo soñando con perseguir el ideal del respeto y la deportividad.
Soñar, perseguir ideales…
Eso también es necesario en política (y en cualquier ámbito humano), y la ciudadanía lo está demandando. De ahí que me pregunte cómo serán los sueños de nuestros dirigentes (que nos representan a todos y en todos han de pensar). ¿Querrán, por ejemplo, legislar para que los corruptos paguen como es debido los abusos de la confianza que el pueblo les brinda? ¿Soñarán con unos recortes que empiecen claramente por los que tienen más, entre los que, obviamente, están ellos? ¿Soñarán con que dichos recortes afecten también al número de políticos, que a todas luces es excesivo? ¿Soñarán con cobrar pensiones razonables y con no buscarse puestos de consejero de no sé qué pagados con dinero público? ¿Soñarán con no recolocarse una y otra vez, aquí y allá, en puestos de los que perfectamente podría prescindirse actuando con sentido común y por el bien colectivo?
Yo sueño con la posibilidad de que hagamos camino con la luz y guía de unos dirigentes admirables por su honestidad, unas personas a las que el pueblo respete por su grandeza y rectitud (ojo, no perfección, que es imposible y lo sabemos todos), unos auténticos servidores de la comunidad (con el insuperable honor que ello supone). Sueño con una justicia en nada emparentada con los otros dos poderes de la democracia, e igual para todos; una justicia que (sigamos soñando) no se cebe con el indefenso y siempre parezca clemente con el poderoso.
Vamos a soñar con todo esto, y a soñar que los sueños se cumplen, o, por mejor decir, que se puede trabajar en la línea correcta para que el sueño comience a realizarse, aun asumiendo que no puede conquistarse del todo. Pero, por favor, que el hecho de que no pueda lograrse completamente no nos haga acomodarnos en el fatalismo y la pasividad, aceptando como inevitable lo que en realidad tiene remedio. Eso nunca.
Exárbitro y colaborador de Clan de fútbol
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