El negocio de la mujer esclava en la India
Cada día, más de 200 mujeres y niñas son introducidas en el negocio solo en el distrito de Anantapur
“Cuando mi marido murió de tuberculosis, contraje muchas deudas. Como jornalera en el campo ganaba 30 rupias diarias, así que decidí probar suerte en la ciudad. En Bangalore un señor de mi pueblo me encontró un trabajo como albañil pero se quedaba con el dinero que yo ganaba”, relata Laksmi Devi.
Su historia se reescribe en la India con otros nombres y otros rostros, pero siempre siguiendo el mismo patrón: la emigración como consecuencia de la pobreza y la falta de alternativas laborales y el comercio ilegal de seres humanos con propósitos de esclavitud sexual, reproductiva o productiva como consecuencia de la vulnerabilidad de este colectivo. Cada día, más de 200 mujeres y niñas son introducidas en el negocio del tráfico de personas en la India.
“En Anantapur, al ser un área tan afectada por la sequía, no hay trabajo para más de 10 o 12 días al mes. Esto obliga a la gente a emigrar”, explica Anitha Boya, coordinadora del Centro de Formación de Gandlapenta. Según el Departamento para el Desarrollo de la Mujer y la Infancia (DWCD), las rutas con origen en Andhra Pradesh pasan por las metrópolis más cercanas como Bangalore y Hyderabad pero tienen Delhi como destino final. “Los traficantes escogen a mujeres que tienen muchas deudas. A algunas las envían a la construcción o al servicio doméstico y a otras directamente a la prostitución”, cuenta Anitha Boya.

Talleres de formación para evitar la emigración
En 2006 la Fundación puso en funcionamiento el Centro de Formación de Gandlapenta para mitigar la necesidad de emigrar, así como para favorecer el proceso de reintegración en la comunidad a aquellas mujeres que migraron o fueron víctimas de las redes de tráfico de personas.
Desde que el centro abrió, más de 800 mujeres han recibido formación ocupacional en diversos talleres como el de encuadernación, costura y bordado, fabricación de barritas de incienso o elaboración de productos de limpieza.
“La vida en Bangalore fue muy complicada. Cuando conseguí volver, los trabajadores de la FVF vinieron a mi casa, hablamos sobre mi situación y me enseñaron un oficio en el centro de formación”, relata Lakshmi Devi. Aprender un oficio fortalece su autoestima y el respeto dentro de la comunidad y además, asegura la generación de ingresos propios.
“Animo a las mujeres para que defiendan sus derechos y luchen por la igualdad. Hablando entre ellas se relajan”, alega Anitha Boya. Ahora, Lakshmi Devi trabaja en como encuadernadora. Ya ha devuelto sus 40.000 rupias en deudas hospitalarias y ahora sus hijos están estudiando. “Esta es mi mayor satisfacción”, afirma Lakshmi.
El Seis Doble colabora con la Fundación Vicente Ferrer

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