El jugador | Relato literario de Eva Borondo

Viernes, 25 de diciembre de 2015 | e6d.es
• Las cartas aparecen en el tapete encantadoras, como vedettes de espectáculo nocturno, a través de humaredas de puros baratos

Él juega a póker. Yo no sé.
Le sigo a través de la oscuridad humosa de negros y rojos.
Brilla un verde y un amarillo a la izquierda.
Allá vamos.
Yo siempre detrás, callada. Él siempre delante, apostando.
Le miran, todos. No le ven. Me hace gracia.
Nadie me mira porque soy su sombra, su rico accesorio.
Yo los veo a todos. Van a caer y lo perderán todo. Me hace gracia.
Me ofrecen un gintonic. Acepto y sigo fumando a su lado. Mirando sus movimientos, sus jugadas. Suele ganar. Hoy también gana. Le es fácil. Me hace gracia.
Las cartas aparecen en el tapete encantadoras, como vedettes de espectáculo nocturno, a través de humaredas de puros baratos.
Él nunca me mira, pero sabe que me tiene a su lado. Soy como esas gafas de sol que lleva en su pelo, que le costaron un pastón. Su rico adorno. Le beso. Sus mejillas arden. Va ganando.
Empiezo a aburrirme y miro a la barra. Voy a por otro gintonic, pero él se agarra a mis medias con suavidad. Espero entonces. Queda poco.
El jugador se levanta satisfecho, intoxicado por miradas sospechosas y murmullos de trampa. Me agarro de su hombro y sonrío dulcemente. Un viejo que iba a llamar a la policía se hipnotiza con mis ojos.
El paso se vuelve apresurado y nos golpea el frio de la mañana.
Me mira por primera vez tras cinco horas y dice:
- ¿Un café, preciosa?
Le sigo, no sé jugar. Él siempre gana. Me hace gracia.