El actor que pudo ser Paul Newman y acabó siendo Matthew McConaughey

Viernes, 21 de noviembre de 2014 | e6d.es
• Su discurso en los Óscar, ininteligible, es una buena muestra de lo que opina el tejano de sus colegas de profesión, que le importan entre tres pitos y unas castañuelas

La hemeroteca es muy mala persona, como un cuñado al que siempre acabas dándole la razón (no porque quieras sino —mucho peor— porque la tiene). Por eso si uno se pone ahora a buscar lo que decían los gurús de turno sobre Matthew McConaughey cuando este empezó su carrera y no supiera lo que ha pasado con el actor en los últimos cinco años tendería a pensar que ha acabado de soldador en un taller de Arkansas.
McConaughey (ahorrémonos los detalles de mamá y papá, y de dónde estudió y de cuál fue su primera novia) arrancó de la mejor manera posible, en las manos de un maravilloso director de culto llamado Richard Linklater (el que tenga dudas que le eche un ojo a Boyhood) interpretando al niñato de instituto al que le darías una torta con la mano abierta y luciendo acento tejano. Es curioso que —ya sucedió con Michael Caine y sus dejes cookney(s)— lo que al principio parece un grave problema de dicción (qué manía con que todos tengan que hablar siguiendo el Oxford-Collins) acabe siendo motivo de alabanza, de marcada personalidad.
Al pobre le tocó después salir en uno de esos intentos de revisitar franquicias que tienen todo el sentido en un contexto determinado y que no funcionan bajo otros parámetros (La matanza de Texas: La nueva generación, que ya desde el título amenazaba con acabar siendo un DVD de la caja de dos euros del MediaMarket). Ahí ya se advirtió claramente uno de los grandes hándicaps del autor: su belleza. Un tipo guapo, bronceado y con pelazo está obligado casi por contrato a hacer de imbécil unas cuantas veces en otras tantas películas de la misma forma que una rubia con buenas glándulas mamarias se verá corriendo escaleras arriba en una película de terror. Sin embargo (qué corta es la memoria de algunos) el de Texas ya apuntaba (buenas) maneras en películas como Lone Star o Contact. Sí, en esta última tenía el papel más jodido de la peli: el predicador guaperas que trataba de aportar al filme una perspectiva religiosa. Ya se sabe que en Estados Unidos no se hubiera perdonado no añadir el matiz cristiano a un filme eminentemente científico y surgido de las manos de un investigador y divulgador del tamaño de Carl Sagan. Vale, el tipo hacía de curita pero resolvía el papel con muchísima dignidad. Si no se quiere ver es porque al guapo le caen las hostias de entrada. Y porque salían Tom Skerrit, John Hurt y William Fitchner y se lo comían vivo.
Estamos a finales de los noventa y el actor ya he demostrado que sabe actuar. Aquí se produce —en mi opinión— uno de los mayores despiporres de la historia de Hollywood.
McConaughey sale en tres buenas películas: la notable U-571; la excelente —serie B— El imperio del fuego (efectivamente, excelente), y la brutal Escalofrío (un peliculón cuya poca fama se escapa a mis entendederas). Paradójicamente, esas tres películas (más EDTV) clavaron a McConaughey en el lustro que vendría después. Ninguno de esos tres filmes funcionó en taquilla y alguien recomendó al actor dejarse de chorradas y explotar una versión hipervitaminada, con hombreras de sex-symbol y rodeado de tías buenas desde la puesta de sol.
Allí empieza la cuesta abajo del amigo Matt: Cómo perder a un chico en 10 días, Sahara (y ese publicitado romance con Penélope Cruz), Apostando al límite, Novia por contrato, Los fantasmas de mis exnovias, etc. Como jugarse la última embestida al póquer con una pareja de sietes y pretender volver a casa contando billetes.
La crítica le masacró, la taquilla le puso el sobrenombre de «veneno» y sus fans desaparecieron bajo un espeso manto de niebla. Cualquiera que pudiera demostrar que en esa época siguió confiando en que Matthew McConaughey triunfaría tiene derecho a un abrazo del actor. O a un cheque. El autor de este texto es Toni García Ramón. Leer noticia completa y ver hilo de debate en jotdown.com.