Cómo estudiar una ballena minke del Antártico sin matarla

Sábado, 16 de agosto de 2014 | e6d.es
• La investigación se hizo con transmisores para localizarlas e identificarlas

La caza comercial de ballenas está prohibida desde 1986 por la Comisión Ballenera Internacional (CBI), pero existe un vacío legal: la caza con fines científicos está permitida debido a la antigua creencia de que no existen otras alternativas para estudiar cetáceos sin matar al animal. Sin embargo, un grupo de investigadores dedicados al estudio no letal de ballenas ha demostrado en un trabajo publicado esta semana en The Journal of Experimental Biology que no es necesario matar a los cetáceos para entender su comportamiento de alimentación gracias a la colocación de transmisores en ballenas minke.
Ari Friedlaender, de la Universidad Estatal de Oregón (EEUU), decidió dirigirse al sur con su equipo de la Asociación de Investigación del Océano Austral para saber más sobre su estilo de vida y entender sus necesidades de supervivencia ante un entorno que está cambiando. "El hielo marino se ha reducido drásticamente en los últimos 30 años y aún no sabemos lo importante que es como hábitat para las ballenas minke", explica Friedlaender en una nota de prensa.
El grupo ha hecho las primeras observaciones en directo de la emersión a la superficie de estos cetáceos en busca de krill en un océano helado, durante las cuales pudieron descubrir que las minke antárticas (Balaenoptera bonaerensis), también conocidas como rorcual austral, tienen la tasa de subida a la superficie más alta conocida hasta la fecha.
Un comportamiento inusual
Etiquetar a estos cetáceos es una tarea extremadamente difícil debido a su inusual agilidad, pero los investigadores tuvieron lo que han llamado "un golpe de suerte" al encontrar a una manada de cerca de 40 rorcuales minke en la bahía de Wilhelmina. "Pocas veces vemos grupos tan grandes, así que sabíamos que se trataba de un caso extraordinario", declara Friedlaender. El barco pudo maniobrar suavemente entre los animales, que se comportaban de manera amistosa, según cuenta el científico.
El equipo lanzó el transmisor a una de las ballenas cuando descendió bajo el hielo. Friedlaender recuerda el momento entre risas al recordarlo como "una entrega de libros", aunque tampoco puede olvidar los tres minutos siguientes, en los que los investigadores se convirtieron en un manojo de nervios hasta que el rorcual volvió a la superficie. "Nos dimos cuenta de que acabábamos de poner una etiqueta de casi 19.000 euros a un animal que estaba bajo el hielo y si se le había caído nunca lo recuperaríamos", dice entre risas, y es que ahora el investigador puede reírse del momento, pues el transmisor duró "unas increíbles 19 horas", que pudieron añadir a otra operación similar días después, dónde recopilaron "ocho horas de datos de inmersión preciosos". La autora de este texto es Eva Mosquera Rodríguez. Leer noticia completa y ver hilo de debate en elmundo.es.