Charles Dickens, un “indignado” del siglo XIX que luchó por la igualdad y por los derechos de la infancia

Domingo, 25 de noviembre de 2012 | e6d.es
• Buscaba las historias en la calle... Por eso caminaba horas y horas por la noche perdiéndose entre los callejones oscuros de los muelles a orillas del Támesis


No hay vida más dickensiana que la del propio Charles Dickens. Es algo que nos comentó el investigador Peter Akroyd, uno de los escritores y biógrafos ingleses más reconocidos del momento cuya obra “Dickens, el escritor solitario”, acaba de publicarse en nuestro país.
En Informe Semanal hemos querido hacernos eco de la celebración de 200 años del nacimiento del creador de iconos literarios como” David Copperfield”, “Oliver twist” o “la Pequeña Dorrit”. Nuestro viaje en busca de las huellas de Dickens nos ha llevado hasta Rochester, la ciudad del condado de Kent en la que Dickens vivió los mejores años de su infancia. Allí, cerca de los astilleros de Chatham donde trabajaba su padre John Dickens, Charles empezó a escribir y a forjar sus sueños como futuro escritor. Pero todo cambió cuando la familia se instala en Londres. Allí conoció la miseria y la humillación cuando sus padres, ahogados por las deudas, le obligaron a trabajar con solo 12 años en una fábrica de betún diez horas al día. Fueron solo seis meses. Pero ese tiempo, aunque corto , fue lo más doloroso de su vida y le marcó para siempre.

 
Hombre contradictorio y polifacético
En nuestro afán por ir descubriendo a Dickens a partir de los diferentes testimonios que hemos recogido, hemos descubierto a un hombre marcado por sus contradicciones.
Fue un autodidacta que se hizo a sí mismo. Jovial y divertido, exagerado a veces... Amigo de sus amigos... También un hombre autoritario y difícil con su propia familia a la que quería controlar a su antojo como si fueran personajes de novela a los que podía mover de una página a otra.
Tenía un carácter extraño. Era muy obsesivo. Pasaba de la alegría al abatimiento con facilidad. Cada novela se fijaba en su cabeza y le ocupaba todas las horas del día. Le acompañaba allá donde iba. Por eso buscaba las historias en la calle, en su entorno, entre su gente... Por eso caminaba horas y horas por la noche perdiéndose entre los callejones oscuros de los muelles a orillas del Támesis.
 
Indignado del siglo XIX
El trabajo en esa fábrica de betún o la vida en la cárcel de Marshalshea, donde permaneció un tiempo con su familia debido a las deudas del padre, le hicieron tener un miedo atroz a la pobreza y el fracaso. Por eso trabajó sin descanso para logar éxito, fama y dinero. Pero jamás dio la espalda a la injusticia social, a la explotación infantil y al maltrato social, temas contra los que luchó con pasión a través de sus obras.
Sus descripciones nos han dejado una radiografía perfecta de un país y sobre todo de una ciudad que en el siglo XIX era la ciudad más grande del mundo. Un lugar a menudo desagradable. Una ciudad dura y oscura en la que a finales de siglo se hacinaban casi cuatro millones de personas. Las enfermedades mataban a los niños. El hambre rompía familias y el crimen, la violencia y la prostitución vivían codo con codo en ese floreciente imperio británico deslumbrado por los grandes avances tecnológicos.
Dickens, rico y famoso, apoyo económicamente casas de caridad, orfanatos, o centros para mujeres indefensas. La denuncia que emanaba de sus libros sirvió para modificar leyes o promover cambios sociales. Irebe Vaquerizo. Leer toda la reseña en rtve.es.