Arte y reliquias, la importancia de la religión

Lunes, 1 de septiembre de 2014 | e6d.es
• El catolicismo desempeñó un papel importante en la legitimación de la pintura y la escultura

Los dos museos principales de arte moderno, el MoMA de Nueva York y el Centre Pompidou de París, presentan sus colecciones en dos pisos superpuestos y lo hacen en orden cronológico descendente: las obras más antiguas en el superior, las más recientes en el inferior. Aunque se debe, en principio, a razones de espacio, la división refleja la existencia de dos ámbitos museográficos diferentes; los conservadores que se ocupan de uno raramente se ocupan del otro. Refleja también una división del mercado. Antiguamente las grandes casas de subastas tenían una sección denominada “arte moderno y contemporáneo”. Hoy en su lugar hay dos secciones, dirigidas por especialistas diferentes. En la sección “contemporánea” el mercado se expande más deprisa y los récords de precios son más frecuentes. Esto la hace más atractiva para los inversores. No puede decirse lo mismo del público. Cuando en el MoMA o en el Pompidou se baja del piso “moderno” al “contemporáneo” los visitantes son menos numerosos y van más deprisa. Si se paran es para leer las largas cartelas explicativas que pueblan las paredes, raramente para contemplar las obras.
Un amigo pintor, originario de Valencia, me comentaba hace poco que el contraste entre esos dos pisos le recordaba una visita que hicimos juntos, hace muchos años, al Colegio del Patriarca de Valencia. Esta institución tiene una pequeña, pero interesante, colección de pintura del siglo XVI. La reunió su fundador, san Juan de Ribera, arzobispo y virrey de Valencia y uno de los grandes protagonistas de la Contrarreforma. Por mandato testamentario la colección se ha conservado exactamente como él la dejó; no se ha vendido ni comprado nada. Hoy está abierta al público, pero en la época de nuestra visita los cuadros colgaban en varias salas de uso común situadas en la planta primera del colegio. Tras ver la pintura, se nos invitó a bajar a la sacristía, situada en la planta baja, para admirar la colección de reliquias. El contraste era tremendo. Parecía mentira que la misma persona que había reunido los cuadros que acabábamos de ver (El Greco, Morales, Ribalta, un Gossaert maravilloso...) hubiera comprado también lo que los armarios y cajones de la sacristía ofrecían a nuestra mirada: una astilla de madera, un trozo de paño, un huesecillo...
En el siglo XVI el coleccionismo de pintura y el de reliquias estaban interrelacionados. Como los clientes eran muchas veces los mismos, el comportamiento de los dos mercados era parecido (con la salvedad de que el de reliquias tendía a ser más propicio a la picaresca). Es interesante observar que san Juan de Ribera, en su testamento, atribuía la misma función a sus dos colecciones: estimular la devoción de los colegiales, una pequeña élite clerical destinada a renovar la Iglesia católica siguiendo la doctrina establecida por el Concilio de Trento. El autor de este texto es Tomás Llorens. Leer noticia completa y ver hilo de debate en elpais.com.