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 21/08/2014

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Tráfico de niños en el fútbol

Dos futbolistas africanos relatan las penurias que pasaron en Argentina y Suiza


Tras jugar al fútbol en tres continentes distintos antes de haber alcanzado siquiera la mayoría de edad, Pascal Alima sigue empeñando en cumplir la promesa que le hizo a su padre antes de morir: convertirse en futbolista profesional. La adolescencia de este camerunés de 21 años no estuvo en las aulas, sino en los terrenos de entrenamiento de Brasil, Argentina y España. Su vida quedó en manos de un representante que mintió a un club argentino diciendo que los padres del jugador estaban muertos. Lejos de los grandes estadios con los que sueña, Alima se mantiene en forma con el CD Canillas, de la preferente madrileña.
El reclutamiento internacional de menores de edad, en el punto de mira tras la sanción de un año sin fichar que la FIFA le ha impuesto al Barcelona por el traspaso de futbolistas de edades inferiores a los 18 años, un castigo confirmado este miércoles por la Comisión Disciplinaria del organismo, enfrenta las legítimas aspiraciones por una vida mejor con el uso, a veces indiscriminado e irresponsable, que los clubes hacen de esa materia prima. “Los agentes ofrecían a muchos menores para que hicieran una prueba con los equipos grandes. Si al final no interesaban, muchos se quedaban tirados en el país sin billete de vuelta”, explica Javier Rodríguez Ten, Doctor en Derecho y especialista en Derecho deportivo.
Alima se marchó con apenas 14 años a Brasil para entrenar cuatro meses con las categorías inferiores del Cruzeiro. Allí conoció al representante argentino que muy pronto dirigiría sus pasos. Volvió a Camerún y pasó las navidades de 2008 en Buenos Aires mientras finalizaba su llegada a la cantera de Tigre. “El primer rival que tienes es el idioma. No entendía a los entrenadores, así que iba detrás de mis compañeros para entender cómo se hacía el ejercicio”, cuenta el camerunés. Cuando casi llevaba un año en Argentina, su representante le dijo que Banfield quería ficharle, la única traba era su dignidad. El agente había dicho que sus padres habían muerto y para firmar el contrato debían estar presentes. “Él pidió un documento que justificara que yo era huérfano. Mi madre me llamo llorando para decirme que por mi felicidad lo haría, pero yo me negué, siempre he dado oportunidades a la vida”. Herido en su orgullo, su agente le puso un contrato y un bolígrafo sobre la mesa. “Me acosó toda la noche. Yo no entendía español y él me exigía firmar o volvía a Camerún en una semana”. El bolígrafo quedó sin abrir y la amenaza se cumplió.
La FIFA ha respondido a las tropelías prohibiendo los traspasos de futbolistas menores de 18 años salvo en tres excepciones; que los padres del menor cambien de país por razones no relacionadas con el fútbol; que el traspaso se efectúe entre países de la UE o del Espacio Económico Europeo, teniendo el jugador entre 16 y 18 años; o que jugador y club de destino, perteneciendo a distintos países, no estén a más de 50 kilómetros de la frontera. “Los equipos recurren a la primera excepción: no lo voy a fichar, se va a venir aquí y lo voy a aprovechar”, explica Rodríguez Ten.
Para garantizar que se cumplan sus normas, la FIFA puso en funcionamiento en 2010 un servidor informático, el Transfer Match System, en el que ambos clubes deben de rellenar una serie de campos: nombre del jugador, DNI, el agente que ha intervenido o la forma de pago de la transacción. Si todo coincide, el club debe presentar una serie de documentos, entre ellos el contrato laboral de los progenitores del menor o la justificación del cambio de domicilio. La FIFA toma una actitud especialmente restrictiva y analiza, por ejemplo, si la formación del familiar justifica su nuevo empleo. “Si el padre era campesino en el país de origen y le han ofrecido un trabajo como gestor administrativo en Alemania, vetan el movimiento”, explica el experto en Derecho Deportivo.
La federación del club por el que ficha al menor debe solicitar el tránsfer (un certificado para trasladar su ficha) a la de origen, algo más que un trámite. “Estas federaciones reciben muchas veces denuncias del club donde estaba el jugador reclamando que ha venido un ojeador a por él”, explica Rodríguez Ten. Una vez concedido el permiso, la federación tiene vía libre para otorgarle la licencia al jugador.
Mohamed Chakkar ni siquiera llegó a vestirse de corto. Este marroquí, que ahora tiene 24 años, abandonó su país con 17 rumbo a España, donde cuenta que un representante le organizó una prueba con el Young Boys suizo. Allí le esperaba un agente que debía acompañarle y, como parte de la cadena, exigió su compensación. “Me pidió otros 200 euros y yo no llevaba nada. El agente español me dijo por teléfono: ‘Mira, ¿quieres que te hable en serio? Tienes que pagar, en el mundo del fútbol nadie se mueve sin dinero’ y estuve dos días durmiendo en la calle”. El autor de este texto es Luis Javier González. Leer artículo completo y ver hilo de debate en elpais.es.
 
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