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 24/06/2014

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Patricio Arabolaza, autor del primer gol de la Selección Española de Fútbol

Era un delantero fuerte, aguerrido, fajador, cortado por el típico patrón de killer de la época


Dice Eduardo Galeano que el gol es el orgasmo del fútbol, capaz de cambiar el estado físico de un estadio, convirtiendo su sólido cemento en aire, sonido, pasión. El gol errado o convertido siempre fue literario, pues en el viaje del balón hacia un éxtasis delirante difícilmente explicable, se intuye esa veloz eternidad en la que en un solo centímetro  de distancia queda separada la gloria del infierno. Por ello la historia de todo equipo queda ineludiblemente ligada a los goles errados y anotados, también la de la selección española, perfilada  por los goles de Belauste, Rubén Cano, Zarra, Maceda, Marcelino, Torres, Iniesta, y los no goles de Cardeñosa, Salinas, Eloy, Míchel…
Es por tanto un sano ejercicio para la frágil memoria del fútbol retroceder en el tiempo con la intención de agasajar con honores al primer goleador de la selección española. Para ello es absolutamente indispensable remontarse al instante en el que todo comenzó, imbuirse en otro fútbol, que nos devuelve imágenes en sepia de futbolistas con pesados borceguíes, calzones largos, pelo engominado y la rudeza suficiente como para dotar de vida a una pesadísima pelota de cuero encordada que parecía más una piedra que un balón.  
A partir de ese primer instante podremos construir nuestra historia, la historia de la selección, que en el caso que nos ocupa, comienza a escribirse con el nombre de Patricio Arabolaza Aranburu, autor del primer gol de la selección en toda su historia. Nacido en Irún un día de San Patricio (17 de marzo), de 1893, de ahí su nombre, escogido del santoral del día de su nacimiento, algo muy común en la citada época. Arabolaza se desempeñaba como delantero centro e inició su carrera en el Racing de Irún en 1908, recién cumplido los dieciocho años. Era un tipo con un carácter jovial y muy bromista, querido por todos sus compañeros. Integró las filas de su sucesor, el Real Unión Club de Irún, surgido de la fusión de dos equipos iruneses: el propio Racing y el Sporting. El Real Unión fue referente del fútbol vasco y nacional y Arabolaza desempeñó un papel estelar en aquel equipo que marcó época en los inicios de la historia de nuestro fútbol.
Era un delantero fuerte, aguerrido, fajador, cortado por el típico patrón de killer de la época. Conquistó cuatro campeonatos regionales con el Real Unión, además de ser Campeón de España en 1913 ante el Athlétic y en 1917 ante el Madrid, disputando la final de la Copa de España, también en 1922, en la que cayeron 5 a 1 ante el Barcelona y donde el delantero txuribeltza se convirtió en protagonista, no por el gol del honor anotado, sino por la tremenda tangana que mantuvo con el jugador barcelonista Surroca. Los incidentes de aquel partido supusieron la suspensión de Patricio por un año y una fuerte multa de 500 pesetas de la época para el Real Unión. Unos hechos que para un futbolista de 30 años, que llevaba jugando al fútbol desde los diecisiete, supuso el punto y final de su carrera, mucho más teniendo en cuenta que su familia quiso hacerle ver que había llegado el momento de dejar el balón para emprender nuevos caminos, nuevos negocios, como la ferretería que abrió en Irún.
Las mayores satisfacciones de su carrera deportiva las vivió con aquellos dos Campeonatos de España, y el gol que le dio la victoria ante Dinamarca en 1920, un partido para guerreros, el encuentro en el que se tuvo que jugar de una forma más dura y con mayor coraje, a diferencia de lo que sucedió ante Holanda, partido en el que se jugó mejor. Pero como citamos el fútbol por entonces era otra historia, el combinado español no conocía al rival, los partidos internacionales escaseaban y no se percataron de que habían derrotado a uno de los favoritos hasta el final del match, como se definía por entonces a los partidos en un vocabulario aun repleto de anglicismos y vocablos ingleses.
Aquel equipo dirigido por Paco Bru, y sus ayudantes Ruete y Berraondo, estaba concebido como una pequeña familia, quizás como un pelotón de combatientes que respondían al vozarrón de Belauste. Un football de antaño con enorme raigambre vasca en la Península, que nos dejó inolvidables anécdotas en los JJOO de Amberes en 1920, cuando una selección desde un punto diametralmente distinto al estilo actual hizo famosa la “Furia española”. Furia que encajaba en el estilo futbolístico de la época (un juego muy duro, viril y de choque en el que se imponía la ley del más fuerte), pero que afortunadamente y con todo el respeto que merece quedó para la historia.
Football de protocolo británico, del corrillo en el centro del campo y del grito ¡¡Hip Hip, Hip!! ¡¡HURRA!! que aquellos españoles transformaron en ¡¡¡Be-laus-te-gui-goi-tia-Pagaza-ur-tun-dua…!!! ¡¡¡Aupa…!!! (Los dos apellidos más largos del combinado español), en una tarde de Amberes ante la fornida selección danesa, en la que un tal Ricardo Zamora comenzó a labrar su fama de gran portero y Patricio entró para siempre en la historia de la selección española. No en vano el jugador del Real Unión de Irún, marcó en el minuto 54 del partido el gol de la victoria en el debut de La Roja ante Dinamarca. El encuentro disputado  el 28 de agosto de 1920 en el marco de los citados JJOO de Amberes, se jugó en el estado Le Butte de Bruselas. El once inicial que puso en liza el seleccionador Paco Bru estuvo formado por: Zamora, Samitier, Sesúmaga, Otero, Arrate, Belauste, Pichichi, Acedo, Eguiazábal, Patricio Arabolaza y Pagaza.
Cuentan que la jugada arrancó en los pies de José María Belauste, famoso jugador del Athlétic apodado precisamente en aquellos JJOO como el León de Amberes, un futbolista que jugaba con un pañuelo anudado a cuatro nudos a su cabeza, según dicen porque pensaba que de esa forma podría eludir y frenar la incipiente alopecia que comenzaba a asomar, aunque la dureza del balón tuvo crucial influencia sobre ello (muchos futbolistas se colocaban papel de periódico bajo el pañuelo para poder cabecear mejor). Merece sin duda mención aparte Belauste, puesto que el futbolista vasco inmortalizó para la historia la frase: ¡A mí Sabino, que los arrollo! o ¡A mi el pelotón, Sabino, que los arrollo! antes de marcar un goal hercúleo e iniciar uno de los grandes tópicos de la historia del fútbol español, el de la ya lejana “Furia española”. El autor de este texto es Mariano Jesús Camacho. Leer noticia completa y ver hilo de debate en vavel.com.
 
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