Mirar un cuadro | Adán y Eva (Durero)

Domingo, 11 de febrero de 2018 | e6d.es
• El creciente influjo italiano de la época se percibe en la monumental grandiosidad de sus figuras

Durero realiza ambas tablas al regreso de su segundo viaje a Italia en 1505 y ambas suponen un intento de sintetizar las enseñanzas recibidas, buscando un equilibrio entre italianismo y germanismo, a fin de alcanzar la perfección ideal del cuerpo humano, para lo que el asunto bíblico es un simple pretexto. Su conocimiento del desnudo clásico raya a una altura prodigiosa al tiempo que la exactitud del dibujo revela un pulso de grabador único, anclado en las tradiciones del Norte.
El creciente influjo italiano se percibe en la monumental grandiosidad de sus figuras, mientras que su germanismo se advierte claramente en el cromatismo, la precisión del detalle y el gusto naturalista de corte expresionista, avivado aún más por su genial espíritu de dibujante.
La solidez de los dos cuerpos, el ligero goticismo curvilíneo de Eva -prototipo de Venus germánica- y el gesto de fascinación de Adán, cuya boca entreabierta describe la emoción del deseo, son aspectos destacados en estos dos desnudos grandiosos, los primeros que ofrece en tamaño natural la pintura nórdica. Durero matiza la diferenciación de los cuerpos, empleando un tono bronceado para el del hombre y otro blanco rosado para la mujer, y los concibe aislados, en lugar de aludir a la caída de Adán y al Pecado Original, sutilmente simbolizados en las actitudes de los personajes y los motivos que les acompañan.
Durero plasma sus estudios y conclusiones en un tratado sobre las proporciones del cuerpo humano y la perspectiva, escrito de gran vigencia posterior entre los artistas del Norte.
Ambas tablas fueron un regalo de la reina Cristina de Suecia a Felipe IV. Cuadros comentados por Gerardo Rueda.