Hay miles de maneras de mirar a una persona discapacitada y no todas son iguales

Lunes, 25 de marzo de 2013 | e6d.es
• Pero lo peor de todo es no mirar

El viernes pasado, mi socio publicó un post explicando lo mucho que nos miran por la calle (o en cualquier parte) a los retrones (y este domingo en nuestra sección Otras voces también se habló de la mirada).
Los comentarios fueron muy interesantes por varios motivos, pero el detalle que más me llamó la atención es que varios lectores parecieron interpretar en una primera lectura que, a los retrones en general (como extrapolación del retrón Raúl en particular) no les gusta que los miren.
Esta conclusión habla de los sentimientos de la gente, así que hay que ser cuidadoso y especificar de qué persona estamos hablando. Si no, diremos tonterías.
¿Le molesta a Raúl que lo miren?
Aunque estoy de acuerdo en que puede interpretarse eso de la lectura de su artículo, conociéndolo, yo diría que no especialmente. O al menos que hace falta matizar la conclusión. Un poco en la línea de lo que haré yo en un momento, cuando hable de mí. Socio, corrígeme si me equivoco.
¿Le molesta a una persona escogida al azar dentro del conjunto de los retrones que la miren?
Esta pregunta es muchísimo más complicada, ya que, además de los obligados matices, hay que hacer estadística. Calcular promedios, dispersiones cuadráticas medias, asegurarnos de que el muestreo no es sesgado... vamos, un lío.
Mi intuición me dice que, a cualquier humano, le molesta que lo miren si, a él mismo, no le gusta lo que ve cuando se mira en un espejo. En ese caso, asume que quien lo mira ve lo mismo que ve él, concluye que la impresión en la persona que lo mira es equivalente a la suya cuando mira en el espejo (es decir, negativa), y lógicamente no le gusta la mirada... por lo que ella indica (asume el mirado) respecto de los pensamientos de quien mira.
En el colectivo de los retrones, como en el de la totalidad de los humanos, hay individuos con problemas de autoestima. Uno podría pensar que el porcentaje de personas con la autoestima baja es mayor en el primer colectivo que en el segundo, pero eso es algo que no está claro, como comentaré en un próximo post. Mi impresión es que podría ser que esta diferencia exista sólo (o especialmente) en uno de los ejes en los que las personas nos autocalificamos: el sexual.
El sexo está tan distorsionado en el imaginario colectivo de esta sociedad enferma, tan exagerada su importancia, tan relacionado con las peores visiones del "status", tan oculto de la discusión pública (excepto en sus formas mercantilizadas y superficiales, en las que se encuentra sobre-expuesto), que resulta predecible que cualquiera que no tenga 23 años, el cuerpo de Scarlett Johansson, la flexibilidad de Nadia Comaneci y la energía de una central nuclear pueda llegar a sentir en algún momento que no es "sexualmente apetecible". Cuanto más lejos está uno de este ideal absurdo, más probabilidades hay de que este veneno psicológico llegue a los puntos neurálgicos de la personalidad y nos acabe haciendo daño. Como los retrones nos parecemos típicamente muy poco a Scarlett, somos a veces menos flexibles que Pinocho, y tenemos en ocasiones (según el tipo de retronez) menos energía que el fistro de la bella durmiente (perdón, me ha poseído durante un momento Chiquito de la Calzada), supongo que la baja autoestima sexual será más habitual entre nosotros que entre los bípedos. Aunque realmente, no lo sé. Quizás la realidad nos sorprenda.
En cualquier caso y añadiendo más ejes al importante eje sexual, como ocurre entre los bípedos, es seguro que, entre los retrones, hay algunos que tienen la autoestima baja. Es posible que, a esos, no les guste que los miren. Por el efecto espejo que sugerí antes.
El autor de este texto es Pablo Echenique. Leer artículo completo en eldiario.es