Fuera queda el ruido - Relato literario de Eva Borondo

Sábado, 22 de septiembre de 2012 | e6d.es
• Otra vez el silencio y el aire de su vida, consumiéndose en una habitación que ya no era de nadie...
Entró y recibió el olor de su infancia, la cocina de la abuela, y el abrazo de su tía Mónica, que no deseaba sentir, pero que era inevitable. Después otras voces, primas lejanas y otras mujeres del pueblo que esperaban a todos los familiares de Margarita un día antes de que se celebrara el funeral.
Por fin, una habitación y fuera queda el ruido, pero una puerta en una casa de pueblo es tan solo un estímulo para que alguien entre, a menudo, sin avisar. De nuevo su tía Mónica, que si necesitaba algo que cenarían a las ocho y que la misa era a las once. Está bien.
Otra vez el silencio y el aire de su vida, consumiéndose en una habitación que ya no era de nadie, o más bien, de todos los demás, pero ya no era el cuarto que le tenía su abuela, el refugio para cuando quisiera dejarlo todo y huir.
Abrió el armario para comprobar que las pastillas de jabón seguían allí para aromatizar el hueco que dejaron sus ropas.
Se sentó sobre la colcha de la cama hundida, pero el murmullo de fuera y el llanto la pusieron nerviosa y se tuvo que levantar para hacerse una infusión de hierba luisa y tila.
En la cocina las mujeres habían ocupado el espacio y hablaban de todos los pormenores relacionados con el entierro, el cura, las flores, etc, pero ninguna decía nada de su abuela, por lo que bebió y salió al patio trasero, donde los gatos rondaban un plato de comida vacío.
Eva Borondo