Bhagwati: la historia de un cuerpo marcado a lo bonzo

Viernes, 13 de diciembre de 2019 | e6d.es
• “Un día decidí que no quería vivir más, me rocíe con keroseno y me prendí fuego. Mi marido ni siquiera me llevó al hospital”

La historia de Bhagwati - nombre ficticio para preservar su identidad - está escrita en sus manos y cuerpo. Las marcas del keroseno permanecerán con ella toda la vida. Se mirará al espejo cada día y pronunciará: “Estoy viva. Ahora solo pienso en el futuro de mi hija”, dice.
Bhagwati tiene 25 años y llegó hace un año a los talleres de Artesanía y Comercio Justo de la FVF, donde hace tareas de bordado y costura. El proyecto promueve la inserción sociolaboral de mujeres con discapacidad de la región. Cuando la Fundación conoció su caso, costeó todas operaciones en el hospital. Bhagwati había intentado suicidarse con keroseno, desesperada por una situación familiar donde la violencia, el desprecio y la anulación eran insostenibles.
“Me obligaron a casarme antes de los 18 años. Al cabo de tres meses, mi marido empezó a maltratarme”, cuenta. Al poco tiempo de nacer su hija, el hermano de Bhagwati quería ver a su sobrina, pero su marido no aceptó. “Decía que la niña había nacido para él”, recuerda.
Bhagwati solo pudo estudiar hasta décimo curso. Estar en casa era como estar en una cárcel. No podía soportar cómo su hija lloraba, los golpes de su marido. “Un día decidí que no quería vivir más. Me rocíe con keroseno y me prendí fuego, mi marido ni si quiera me llevó al hospital”. La FVF se hizo cargo de su recuperación, el marido estuvo durante unos días en el hospital y después se fue. Se negó a donarle sangre. “Me llevaron al hospital de Bathalapalli y allí me hicieron la transfusión”, dice.
Tras salir del hospital, Bhagwati volvió a casa de sus padres porque su marido no quería cuidar de ella. “Necesitaba mucha atención, las quemaduras escocían. Cualquier cosa se me pegaba a la piel”. Después decidió volver a casa por su hija. “Durante ese año, mi marido no me llevó a hacerme ninguna cura, incluso iba a trabajar al campo donde el sol sobre mis quemaduras me provocaba más dolor. Quería dejar esa casa pero mi madre no me apoyaba. La única ayuda que he recibido ha sido de la Fundación”.
La relación con la familia de su marido empezó a empeorar, la echaron de su casa y le prohibían ver a su hija. “Cada vez que intentaba verla me pegaban. Ya no podía más, llamé a la Fundación y el Comité de Desarrollo de la Comunidad me trajo a este taller nada más contarle mi historia. Aquí he encontrado seguridad y comprensión. Entre todas las compañeras nos apoyamos. Hace unos meses fuimos todas juntas a una feria de comercio y materiales en Hyderabad. Visitamos una exposición para aprender a hacer cosas mano, ver diferentes estilos”.
Ahora todas las aspiraciones de Bhagwati se concentran en recuperar a su hija y darle una educación que la haga crecer como una mujer libre. “Los padres no pueden permitir los matrimonios precoces. La sociedad no trata bien a las mujeres. Las niñas tienen que estudiar. Yo era una niña”.
Aurora Díaz | Fundación Vicente Ferrer



 
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