A Hitler le gustaba Mickey Mouse, le encantaban el Gordo y el Flaco y le repugnaban Ernst Lubitsch

Domingo, 27 de octubre de 2013 | e6d.es
• Cuando Hitler mandó en Hollywood

“Hitler se levantaba sobre la una del mediodía y después de comer siempre le apetecía ver una película. Su secretario llevaba una libreta de críticas, o algo parecido, y anotaba las opiniones del Führer sobre cada proyección. Al principio pensé en hacer un libro sobre las críticas de Hitler, en un tono humorístico, hasta que encontré aquella nota de la Metro-Goldywn-Mayer, MGM, que acababa con un ‘Heil, Hitler!’. De repente, creí que podía hacer un libro más relevante”. Lo cuenta Ben Urwand, un hombre que se ha pasado el último lustro investigando las oscuras relaciones entre los grandes estudios de Hollywood y el Tercer Reich, desde principios de los años treinta hasta los años cuarenta, en un alud de revelaciones que casi se lo lleva a él por delante: “No esperaba la reacción tan virulenta de algunas personas relacionadas con Hollywood, de algunos críticos e incluso de algunos directores”.
“A Hitler le gustaba Mickey Mouse, le encantaban el Gordo y el Flaco y le repugnaban Ernst Lubitsch (ordenó parar la proyección en sus aposentos de La octava mujer de Barbazul) y King Kong”, cuenta Urwand. Esta última por la insinuación de un romance entre un gorila y una mujer blanca, que el Führer consideraba un ataque directo a la raza aria y una (despreciable) metáfora del multiculturalismo. Pero, sobre todo, odiaba la muy eficaz maquinaria del estadounidense que fue capaz de parir Sin novedad en el frente. El filme de 1930 dirigido por Lewis Milestone molestó tanto al dictador que ordenó a sus tropas de asalto que boicotearan la première en Berlín, con el mismísimo Goebbels, secretario de propaganda del régimen. Más de 200 cachorros de las SA compraron entradas para el estreno, interrumpieron la proyección y ya con las luces encendidas Goebbels soltó un incendiario discurso sobre los males del capitalismo. “La afición de Hitler por el cine era muy particular, y Sin novedad en el frente era un compendio de todo lo que el dictador odiaba. Cuando la vio ya advirtió de que era muy peligrosa para la moral alemana: lo teatral de la intervención ligaba mucho con el sentido del espectáculo que tenían los nazis. Para ellos el cine podía ser un aliado muy ventajoso y la taquilla seguía siendo muy importante para Hollywood. El pacto fue una cosa lógica, para ambas partes”. Leer noticia completa en elpais.com.